La fría mañana parisina de noviembre ayudaba, y mucho, a que los pasamontañas, lejos de darnos calor, nos protegieran del intenso frío invernal. Nos los tuvimos que poner antes de salir del Peugeot ya que las calles adyacentes a la sucursal del BNP estaban infestadas de cámaras de vigilancia.
Agnes, el conductor, aguardó con el coche en el callejón acordado y previamente estudiado; una entrada por la que sólo cabía un vehículo, y una salida amplísima a una de las grandes avenidas de la ciudad de la luz: el Boulevard Voltaire.
La operación salió tal y como la habíamos planeado, el Banco estaba ya abierto, aunque por no ser horario comercial aún, sólo habían dentro empleados, que como bien había pronosticado Pierre Doumain, (experto y veterano ladrón de bancos), estaban colocando fajos de billetes, previamente contados, en bolsas para que el furgón blindado de la empresa de seguridad Protection Rapprochee los transportara al aeropuerto Charles de Gaulle, y de ahí salieran volando directos a Barbados sin escala, es decir, dinero negro de vacaciones a paraíso fiscal. Nuestros subfusiles Thompson, una breve pero intensa paliza del forzudo Alain al guardia de seguridad del banco y la pericia de Agnes al volante hicieron el resto, o eso es lo que yo creía.
Días más tarde, Pierre, Michel, Agnes, Alain y yo, Marcel, brindábamos con vino barato, chocando nuestros sencillos vasos en una humilde taberna situada al norte del Barrio Latino.
Una semana después de la discreta celebración, me encontraba leyendo Le Fígaro, (no sé si el convertirme en un hombre rico me había impulsado a leer prensa conservadora), sentado en un banco frente a la fuente principal del Parque de Luxemburgo, cuando ví aparecer con paso rápido y nervioso a Pierre Doumain, mi instinto me llevó a incorporarme para salir corriendo, no era normal esa manera de proceder en alguien como Pierre, sosegado por los años en el gremio, pero con un gesto de su mano derecha me sugirió que me quedara sentado, la franqueza de su mirada y la seguridad de su movimiento me convencieron.
Concisa y brevemente me explicó que Agnes trabajaba para la DST, (Dirección de Seguridad del Territorio, servicio secreto francés del interior), que ésta necesitaba fondos, fondos que el actual gobierno le negaba, para una operación contra el crimen organizado relacionado con el tema corso y que, por lo tanto, nuestro dinero acabaría en manos de oscuros agentes del Ministerio del Interior y nosotros atados a una rueda de camión en el fondo del Sena y, por supuesto, para evitar fallos, con el cráneo agujereado.
Michel había desaparecido y Alain corría a protegerse en los brazos de sus contactos comunistas de Marsella, tal vez, las amistades de Pierre en los bajos fondos podían, paradójicamente, salvar tres vidas.
Yo, sin lazos fiables ni en el hampa parisino ni en círculos políticos clandestinos, recurrí a algo que nunca hubiera imaginado que, además de haberme hecho disfrutar cantidad de horas, me iba a resultar tremendamente práctico: mis lecturas folletinescas de aventuras y misterio. Fue un fogonazo de lucidez, un segundo antes no podía ingerir el café con leche que estaba desayunando en una pensión de Montparnasse, ya que sentía que el cerco se cerraba en torno a mí y que mi carrera de fugitivo iba a ser breve, un segundo después recordé aquel libro sobre la Legión Extranjera, el cuerpo de élite del ejército francés, formado, lamentablemente como su propio nombre indica por extranjeros, pero otro segundo más tarde, (es absolutamente cierto como la necesidad agudiza el ingenio), sonreí al acordarme de que en la Legión aceptan reclutas bajo identidades ficticias, (de ahí que haya sido históricamente una vía de escape para criminales), por lo que mi conocimiento total del español ya que mis padres eran españoles, y mi piel morena convencerían, sin lugar a dudas, a los oficiales reclutadores de mi "no" nacionalidad francesa.
En honor a la verdad confesaré que la salida de Francia fue más sencilla de lo esperado: Me subí a un RER dirección al aeropuerto de Orly, (elegido no al azar, si no porque está controlado por la DGSE, servicio secreto francés exterior, siempre de uñas con la DST), y una vez allí el pasaporte falso conseguido por Michel en los preparativos del atraco cumplió su papel a la perfección. La calidad de la falsificación, unida al poco interés que mostraban los gendarmes de aduanas con los pasajeros destino a países exóticos que albergaban Regimientos de la Legión Extranjera, consiguieron, que la única incomodidad del viaje fueron los constantes y agudos nervios que pasé, por el miedo a ser descubierto.
Tras seis horas de placentero vuelo, leyendo Le Monde ya que había perdido mi condición de rico, al menos de momento, (mi dinero quedaba en París escondido en una taquilla de la Gare Montparnasse), llegué a un minúsculo país del extremo oriental de África llamado Yibuti, lo que allí me ocurrió es ya otra historia.
Una semana después de la discreta celebración, me encontraba leyendo Le Fígaro, (no sé si el convertirme en un hombre rico me había impulsado a leer prensa conservadora), sentado en un banco frente a la fuente principal del Parque de Luxemburgo, cuando ví aparecer con paso rápido y nervioso a Pierre Doumain, mi instinto me llevó a incorporarme para salir corriendo, no era normal esa manera de proceder en alguien como Pierre, sosegado por los años en el gremio, pero con un gesto de su mano derecha me sugirió que me quedara sentado, la franqueza de su mirada y la seguridad de su movimiento me convencieron.
Concisa y brevemente me explicó que Agnes trabajaba para la DST, (Dirección de Seguridad del Territorio, servicio secreto francés del interior), que ésta necesitaba fondos, fondos que el actual gobierno le negaba, para una operación contra el crimen organizado relacionado con el tema corso y que, por lo tanto, nuestro dinero acabaría en manos de oscuros agentes del Ministerio del Interior y nosotros atados a una rueda de camión en el fondo del Sena y, por supuesto, para evitar fallos, con el cráneo agujereado.
Michel había desaparecido y Alain corría a protegerse en los brazos de sus contactos comunistas de Marsella, tal vez, las amistades de Pierre en los bajos fondos podían, paradójicamente, salvar tres vidas.
En honor a la verdad confesaré que la salida de Francia fue más sencilla de lo esperado: Me subí a un RER dirección al aeropuerto de Orly, (elegido no al azar, si no porque está controlado por la DGSE, servicio secreto francés exterior, siempre de uñas con la DST), y una vez allí el pasaporte falso conseguido por Michel en los preparativos del atraco cumplió su papel a la perfección. La calidad de la falsificación, unida al poco interés que mostraban los gendarmes de aduanas con los pasajeros destino a países exóticos que albergaban Regimientos de la Legión Extranjera, consiguieron, que la única incomodidad del viaje fueron los constantes y agudos nervios que pasé, por el miedo a ser descubierto.
Tras seis horas de placentero vuelo, leyendo Le Monde ya que había perdido mi condición de rico, al menos de momento, (mi dinero quedaba en París escondido en una taquilla de la Gare Montparnasse), llegué a un minúsculo país del extremo oriental de África llamado Yibuti, lo que allí me ocurrió es ya otra historia.
Ya estamos... dejándonos con la miel en los labios... necesitamos saber más!!!
ResponderEliminarFinal de la historia ya!!!!
Como buen Pastor seguro que la paciencia se encuentra entre tus virtudes, aunque desvelo que en este caso este cuento se ha ...
ResponderEliminarEso...un banco tendríamos que robar la redacción de este blog, y mas en los tiempos que corren, unas buenas recortadas, unos pasamontañas y a recuperar nuestra dignidad y orgullo como personas...
ResponderEliminar"Smoker Man" te seguría con los ojos cerrados, y no por el pasamontañas. A partir de ahora este tema se habla sólo en privado y en lugares abiertos para evitar "escuchas".
ResponderEliminarYa era hora de leerte de nuevo, Camarada!
ResponderEliminarMe encantan las historias de atracos! Y más si están tan bien contadas como ésta. No me ha gustado tanto que se deje al lector con la miel en los labios; entre mis pocas virtudes no se encuentra el don de la paciencia.
También me ha encantado la ambientación, se nota que conoces las calles y los rincones de Paris, ahora empiezo a entender lo de tu francofilia....
Esperaré con anhelo la continuación de Yibuti. No tardes en publicar!!!!!
Chris, como le comenté a Sheperdnight esta historia tiene, como se dice ahora, final abierto, es decir, no tiene final, o simplemente el final es el que es. De todos modos a mí, que me gusta mucho escribir pero me gusta más leer, lo que me apetece de verdad es leer artículos de mis admirados compañeros de redacción entre los que te encuentras.
ResponderEliminarDe eso nada, Camarada... La historia "must go on"
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ResponderEliminarEl final abierto es muy tipico de los masones ....
No acabo de entenderte Tripi, y contradiciéndote pediré una oración por Gallego Crudo, cuán liberales son nuestros gobernantes.
ResponderEliminarDoctor, sin merecerlo estoy empezando a sentirme como Conan Doyle.