sábado, 21 de enero de 2012

El Resurgir de Bob Dylan

La fecha del 5 de octubre de 1.987 le dirá muy poco a la gran mayoría de ustedes, queridos lectores. Tampoco es que este día aparezca en las enciclopedias rockeras … aunque debería hacerlo! Esta fue la fecha clave en el resurgir de Bob Dylan. Tras unos penosos años en los que el músico estuvo más que perdido en su propio mundo, por fin comenzaba a levantar la cabeza y demostraba por qué es el artista más importante del siglo XX (¿alguien lo duda?).

Los 80.

Desde finales de los 70 Dylan arrastraba multitud de problemas aunque tres eran los que más le afectaban personalmente: el fin de su matrimonio con Sara, sus problemas con las drogas y la pesada losa que cargaba sobre su propia leyenda que le impedía desprenderse de un personaje que él ya no era pero que la crítica y el público le obligaban a seguir interpretando. Tal era su desesperación que decidió buscar en la religión una salida ante el caos interno que vivía. De esta polémica época, en la que Dylan se negaba a interpretar parte de su cancionero y se comportaba como un predicador, surgieron dos discos (“Saved” y “Slow train coming”) que contienen momentos bastante aprovechables en mi opinión, aunque la crítica históricamente siempre se ha encargado de vapulearlos.
Pero el problema vino poco después. Cuando su fe por el cristianismo se fue desmoronando porque su vida seguía siendo igual de caótica, Dylan se encontró completamente descolocado en medio de los jodidos 80. Como la mayoría de músicos de su generación de repente se sentía terriblemente obsoleto y caduco, viviendo unos años terriblemente irregulares en los que igual regalaba algunas obras maestras como “Infidels” o “Burlesque Empire”, como grababa algunos de sus peores discos (“Knocked out lauded” y “Down in the Groove”). Lo mismo ocurría con sus directos. Sin apenas esforzarse podía llenar grandes auditorios de todo el mundo e interpretando con desgana sus canciones más populares tenía el éxito asegurado. En algún rincón de su cerebro Dylan quería ofrecer algo fresco y novedoso, pero su público y sus propios miedos le impedían desapegarse del personaje que interpretaba.

Los culpables.

Afortunadamente esta situación iba a cambiar radicalmente gracias a tres culpables: The Grateful Dead, Tom Petty y Daniel Lanois. Si bien no iba a ser un giro brusco e inmediato en su carrera, estos tres artistas aparecieron en los momentos justos para que Dylan recibiese los toques de atención necesarios para volver a querer ser el director de su propia vida.
En 1.986 Dylan volvía a la carretera y lo hacía a lo grande contando con Tom Petty & The Heartbreakers como banda de acompañamiento. Pese a estar en plena cresta de la ola Tom Petty y los suyos decidieron asumir este reto y convertirse en la banda de Dylan mientras paralelamente continuaban su propia carrera. Estos conciertos resultan extraños de escuchar, ya que la banda suena potente y poderosa pero Dylan suena tremendamente desganado y aburrido. Como declararía posteriormente en estos conciertos se dio cuenta de que necesitaba ponerse las pilas si no quería que una nueva generación pasara por encima de su cadáver.
Tras esta gira Dylan se enroló a los pocos meses en otra formando un doble cartel con The Grateful Dead. Los conciertos arrancaban con un set de los Dead y posteriormente se unía el de Minessota para la recta final del show que incluía su material principalmente además de algunas canciones de los de San Francisco y algunas piezas tradicionales. El set de los Dead hacía disfrutar al público enormemente creando un ambiente sumamente festivo en la platea, pero cuando Dylan aparecía en escena la actuación bajaba muchos enteros. Jerry García le animaba a que se tomara en serio estos shows y a que “juagasen” con el repertorio variándolo o ampliándolo noche tras noche, pero Bob se negaba. Tenían una serie de canciones ensayadas y no quería salirse de ese material, siendo además interpretado con desgana. Cuando en 1.995 Jerry García falleció Dylan difundió una nota de prensa con el siguiente texto: “Para mí no sólo fue un músico y un amigo; fue en realidad como un hermano mayor que me enseñó y me mostró más que lo que él mismo llegó a saber”. Dylan veía con envidia como cada noche los Dead cambiaban el repertorio y creaban una increíble comunión con su público, mientras él se dedicaba a tocar con apatía las mismas canciones una y otra vez cada noche desde hacía años. Incapaz de cambiar, Bob tenía una espina clavada en su orgullo porque sabía que podía brillar de nuevo si quisiese, pero no se atrevía.
Pero claro. Además de otros músicos que le motivasen necesitaba alguien que canalizase su fuerza en un estudio de grabación. Ese fue Daniel Lanois con quien grabó “Oh, Mercy” el disco que le devolvía al primer plano de la actualidad gracias a temazos como “Political world”, “Most of the time”, “Everything is broken” o “What good am I?”. Ocho años después la pareja se juntaría de nuevo para registrar “Time out of mind”, un disco mágico que daría para una entrada completa de este blog (n.del a. esta entrada llegará en su momento).

El resurgir.

La mitología rockera tiene una desbordante tendencia a la exageración y al engrandecimiento desorbitado de personajes o situaciones. Normalmente son los periodistas o los seguidores quienes se encargan de crear este tipo de leyendas, contando con el silencio cómplice de los músicos. Pero la revelación que sufrió Dylan en octubre del 86 ha sido narrada una y mil veces por el propio cantante, siendo detallada en su estupenda autobiografía “Crónicas”. Lógico, porque esta iluminación interna sólo pudo apreciarla él, y a lo mejor los músicos de su banda.
El 5 de octubre de 1.987 Dylan actuaba en Locarno (Suiza) junto a Tom Petty y sus Heartbreakers. A Dylan ya le hervía la sangre por dentro. Desde hacía meses quería cambiar pero no sabía como hacerlo. Necesitaba un empujón y este iba a llegar de la manera más inesperada. A medida que avanzaba esta actuación sentía que su voz empezaba a fallarle. El concierto se celebraba al aire libre con lluvia y viento y a Dylan se le dejaba de oír poco a poco. Afortunadamente sus coristas le ayudaban disimulando el mal estado de su voz, pero en medio del show y cual revelación divina, Dylan de repente despertó. En sus memorias él mismo se encarga de describir místicamente este momento hablando como si de una revelación divina se tratase. De repente era otro y el esfuerzo extra que tenía que ofrecer para sacar adelante el show le retroalimentaba y le hacía crecerse, volviendo a disfrutar sobre las tablas de nuevo tras muchos años ofreciendo conciertos por pura rutina y compromiso. Conforme avanzaba el show Dylan se mostraba más enérgico y terminaba con las dudas que había en su cabeza. Cuando finalizó la actuación todo estalló en su interior. Quería volver a grabar discos, a salir a la carretera con intensidad, dejarse de ambivalencias y poner toda la carne en el asador, colaborar con compañeros de profesión, asumir nuevos retos … Dylan estaba de nuevo vivo y quería volver a reinar. Y vaya si lo hizo. Quien no vea su importancia en el desarrollo de los siguientes años de la música americana tiene una excusa perfecta para desempolvar estos discos …

El resultado.

Nada más finalizar esa actuación Dylan reunió a su banda y les expuso la nueva situación. Era el día 1 de una nueva etapa en su vida y las cosas iban a cambiar. Se había quitado la pesada losa que tenía sobre su espalda y ya no tenía dudas sobre quien era o quien tenía que ser. Simplemente quería volver a ser él mismo. A partir de ese momento comenzó su “never ending tour” que le ha llevado a ofrecer una media de 200 actuaciones al año desde entonces hasta ahora. El poco tiempo libre que le deja la carretera lo empela perfectamente y desde entonces ha grabado junto a los sensacionales Travelling Wilburys (Roy Orbison, Tom Petty, Jeff Lyne y George Harrison) y un montón de discos propios notables (“Modern Times”, “Oh Mercy”, “World gone grong”, “Together through life” ….) y tres discos sobresalientes (“Time out of mind”, “Love & Thef”, “Oh Mercy”). Además por si todo esto fuera poco se ha dedicado a reeditar actuaciones de diferentes épocas de su carrera que han sido inesperado regalos caídos del cielo para sus seguidores.
Pero además de la música lo importante es poder volver contar con él. En unos tiempos en los que la mayoría de jóvenes músicos carecen de actitud y la ética desaparece por completo en la industria del entertaiment, Bob se mostraba como el viejo sabio que es y demostraba su gran clase y estilo. Por todos es conocido su esplendido programa de radio (amenaza del autor: también habrá topic sobre él) en el que pinchaba a sus artistas favoritos tanto clásicos como contemporáneos, conocidos como desconocidos. Sin barreras estilísticas Dylan nos ofrecía pequeñas raciones de la mejor música perfectamente enlazada. En vez de quejarse del penoso estado de la radio, Dylan creaba su propio programa y triunfaba a lo grande.
Además, leerle ese ha convertido en todo un placer y en las pocas y selectas entrevistas que concedía no paraba de criticar el absurdo estado de esta sociedad consumista que despreciaba el cocimiento y el arte remplazándolos por un entretenimiento cada día más vacío. Como Woody Allen, los dos habían vivido la época dorada de la cultura norteamericana y de repente se sentían fuera de lugar viendo como la sociedad se dirigía a la deriva sin que nadie hiciese nada por remediarlo.
Su actitud sigue siendo inquebrantable. Sigue pasando de los políticos y estrellas que quieren conocerle y hacerse una foto con él. Él es más feliz en el autobús de gira escuchando discos o en su rancho paseando por el monte que aguantando a pesados que le aburren. Tiene claro lo que quiere y nadie le podrá frenar. De hecho hace casi 15 años los médicos le aconsejaran que se retirase y descansase puesto que sufrió una pericarditis. Pero Dylan no puede dejarlo (afortunadamente). Esta enganchado a la música y esta es su vida. Tiene totalmente prohibido tocar la armónica por orden médica …. Pero casi 3.000 actuaciones después está claro que esta idea no entra en su cabeza.

Aún queda mucho para que se reúna con Elvis. Disfrutemos de su música y de sus conciertos, que aún nos depararan muchos grandes momentos, y cabemos de una vez con la absurda idea de que su carrera acabó en el 76.

6 comentarios:

  1. Siempre nos quedará Dylan...es impresionante lo de este hombre.
    Aunque yo, sin embargo, sigo sin entender aquellas imágenes en las que aparecía arrodillado ante el Papa besándole la mano. En fin, imagino que son "boutades" de artista. Pero eso no me impide disfrutar sus discos como el que más.
    Gran articulo!

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  2. Al Papa le cobró 50.000 dólares por tres canciones, se negó a tocar las canciones que la Iglesia le propuso, se saltó el protocolo que le habían "recomendado" seguir a la hora de saludarlo y se atrevió a darle un consejo.

    Lo fácil habría sido rechazar la propuesta. Lo interesante hacerla a su manera .... aunque luego Elvis se juntaba con Nixon o Sinatra con los Kenedy y eso parece que no te altera ... se ve que esos sí que eran grandes personas.

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  3. No, no, si a mi no me altera que se juntara con el Papa, por i como si se junta con Berlusconi o con Teddy Bautista... simplemente no lo entendí muy bien. No es lo que uno espera de un tipo como Dylan, aunque bien pensado...quién coño sabe cómo es un tipo como Dylan, el personaje más enigmático de la historia de la música?

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  4. Grandísimo Dylan. Tarde años en entrar en su música porque empecé por sus primeros discos y no era el momento para esa música. Pero una vez te atrapa..., una vez escuchas Highway 61 revisited!!!... aghh!! Esa voz, ese sonido, ... Maldita sea!! Qué grande puede llegar a ser la música!!!
    Aún me quedan etapas que cubrir de su carrera, pero sus últimos discos desde luego son muy recomendables!!!
    Gran artículo!! Por cierto, como son estas cosas, llevo toda la semana recorriendo España con el "Blonde On Blonde" y el "Highway...", estaremos interconectados...

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  5. Gracias Tripi..., he leído tu artículo con pasión, de verdad, gracias.

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