martes, 31 de enero de 2012

Albert Fish

Año 1.926. Estado de Nueva York. Un anciano acude a la casa de la humilde familia Wood porque ha leído un anuncio en el que el mayor de los hijos de este matrimonio busca trabajo. El anciano le ofrece un puesto en su granja y paga un gran adelanto a la familia, ganándose la simpatía de los Sres. Wood de inmediato. Tras tomar café todos juntos el desconocido convence a la señora Wood para que permita a su hija pequeña, Grace, acudir a la fiesta de cumpleaños que éste esta dando en esos momentos para su nieta de la misma edad. La señora Wood acepta encantada, siendo la última vez que verá a su pequeña. La siguiente noticia que tuvieron de Grace sus progenitores fue una larga carta en la que el aparentemente inocente desconocido contaba diez años después con todo lujo de detalles como mató y devoró a su hija.

“La estrangulé antes de cortarla en pedacitos para llevarme a casa su carne, cocinarla y comérmela. No pueden imaginar cuán tierno y sabroso estaba su culito asado. Tardé nueves día en comérmela por completo. No me la tiré, aunque hubiese podido hacerlo, de haberlo querido. Murió virgen.” Esto es sólo el párrafo final de una espeluznante carta que nadie diría que podía estar escrita por un respetable anciano de 64 años de aspecto inofensivo. Pero tras esa inocente fachada se escondía uno de los psicópatas sexuales más retorcidos y peligrosos de todos los tiempos, un hombre había pasado toda su vida practicando todo tipo de perversiones sexuales: sadismo, masoquismo, pedofilia, voyeurismo, coprofagia, exhibicionismo, canibalismo … Bienvenidos al perverso y retorcido mundo de Albert Fish, “El hombre lobo de Wysteria”.
Albert Hamilton Fish nació 19 de mayo de 1870 en el seno de una familia en la que muchos de sus miembros sufrían diferentes enfermedades mentales y otros muchos tenían la cabeza completamente comida por predicadores radicales que llenaban las cabezas de sus feligreses de miedos y temores infundados mientras les sacaban todo el dinero posible. Vamos, el entorno perfecto para criar al psycho perfecto del “american gothic”. Cuando tenía 5 años su padre murió y su madre se vio en la obligación de enviarlo a un orfanato al no poder hacerse cargo económicamente de sus hijos. En el orfanato sufrió todo tipo de vejaciones y palizas hasta que de pronto comenzó a disfrutar del dolor que le propinaban los demás. Este dolor le provocaba unas erecciones que el pequeño Albert no trataba de disimular en ningún momento, ante lo que el resto de internos le propinaban unas palizas aún mayores. Cuando tenía 9 años su madre pudo sacarlo del orfanato al tener por fin un trabajo con el que mantener a su familia pero ya era demasiado tarde. Durante su estancia en el orfanato Albert había iniciado su particular viaje hacia la locura y ya no existía la posibilidad de regresar.
A la tierna edad de 12 años Albert se desvirgó practicando sexo con el hijo de un telegrafista unos años mayor que él, que le introdujo en los dudosos placeres de la coprofagia y la urología. A partir de ese momento nuestro protagonista dedicó todo su tiempo libre a acudir a baños públicos donde practicaba sexo con desconocidos que le introducían en nuevas y cada vez más retorcidas prácticas sexuales. En este momento fue cuando la cabeza de Albert sufrió el cortocircuito definitivo. Su severa educación religiosa le hizo sentirse tremendamente confundido sobre su homosexualidad y no sabía lo que le ocurría, por lo que se dedicó a intentar liberarse de su propio sufrimiento provocándose dolor a si mismo y a los seres más inofensivos que encontraba, principalmente menores, prostitutas y discapacitados. En 1.890 Albert se mudó a Nueva York donde reconoció haber violado a más de 100 niños.
Su madre que comenzaba a sospechar de algunas de las prácticas de su hijo decidió arreglarle un matrimonio con una chica menor que él, pero Albert prefería seguir acudiendo a burdeles donde pedía que le azotaran con fuerza y humillaran. Además trabajaba de pintor y este trabajo le permitía pasar inadvertido en un barrio durante varios días donde cometía sus fechorías y luego desaparecía para siempre. Aunque por unos meses Albert iba a cambiar de vida. En 1.903 fue denunciado por diferentes robos menores que le condujeron a la prisión de Sing Sing. La estancia en este penal sería para cualquier ser humano una horrible pesadilla pero para Mr. Fish se convirtió en el paraíso en la tierra. Los meses que pasó encerrado fue apalizado constantemente por otros presos mucho más fuertes que él a los que provocaba a propósito y pudo disfrutar de relaciones con otros presos homosexuales. Su estancia fue breve porque le dejaron marchar en cuanto el psiquiatra del centro estudió su caso. Irónicamente en su historial médico podía leerse que no estaba loco ni era peligroso.
Cuando salió de prisión volvió a las andadas por lo que su mujer decidió abandonarlo en enero de 1.910, finalizando aquí el primero de sus cuatro matrimonios. Fish no se tomó nada bien el abandono de su mujer y dio otro paso más hacia la locura comenzando a escuchar voces en su cabeza e iniciando su época más salvaje en la que aumentó su número de secuestros, abusos, asesinatos y violaciones, aunque por fortuna algunos niños pudieron escapar, lo que demuestra que Albert tampoco era excesivamente listo ni hábil, y que ya no era tan meticuloso como antaño. De hecho a la policía no le costó ni una semana detenerle tras enviar la carta a la señora Wood. Según parece Fish utilizó un sobre de una asociación benéfica y tras varios interrogatorios los policías acudieron a una pensión donde uno de los miembros se había dejado estos sobres. Esperaron y al poco tiempo apareció Albert Fish quien se resistió peleando con una navaja en cada mano.
El juicio de Albert Fish se recuerda como uno de los más largos y complejos de la historia del estado de Nueva York. Obviamente era culpable, pero el juez debía decidir si Albert era un criminal o un enfermo. Por el estrado pasaron todo tipo de testigos que aportaron escalofriantes relatos. Uno de los más impactantes fue el de su hijastra que rompió a llorar cuando recordó los extraños juegos sexuales que practicaba con sus hermanos siendo tan solo unos niños. También confesó que su padrastro les obligaba a clavarle agujas debajo de la uñas, además de haberle sorprendido varias veces golpeándose el escroto con manojos de rosas llenos de espinas.
La acusación también aportó diferentes cartas anónimas que enviaba a desconocidos en los que relataba sus encuentros sexuales. Estas cartas el juez las considero pornográficas y dijo que esperaba que fuesen producto de su fantasía y no se tratasen de un diario de sus perversiones porque había leído en ellas depravaciones que jamás habría podido imaginar. El veredicto fue implacable. Albert Fish fue sentenciado a la muerte en la silla eléctrica.
Una vez conocida la sentencia Fish reconoció nuevos asesinatos de varios niños y se apresuró a declarar que morir en la silla eléctrica sería para él “Una alegría, morir en la silla eléctrica. Será el último escalofrío. El único que todavía no he experimentado.” Por uno de los últimos asesinatos que reconoció Fish fue culpado un vagabundo negro que había sido ejecutado por ello tan sólo unas semanas antes.
El 16 de enero de 1.936 Albert Fish fue sentado en la silla eléctrica. Las familias de los menores esperaban con impaciencia descansar cuando semejante monstruo fuese ejecutado pero tras la primera descarga, que normalmente era más que suficiente, Mr. Fish seguía vivo. Los técnicos de la prisión tuvieron que dar una segunda y más potente descarga para poder acabar con su vida. Una vez muerto nadie se explicaba que había podido suceder para que la primera descarga no fuese suficiente hasta que el médico de la prisión les dio una explicación. El examen médico halló veintisiete agujas introducidas en el escroto y la base del pene, algunas cerca del colón, del recto o de la vejiga, y varias ya herrumbrosas y en proceso de infección. Maníaco religioso Albert se castigaba clavándose agujas o dándose latigazos mientras gritaba pasajes de la Biblia. Las agujas de su interior fueron las que provocaron un cortocircuito en la silla eléctrica.De forma tan perversa y macabra finalizaba la vida de Albert Fish, un hombre al que la policía culpa de unas 100 violaciones asesinatos pero que pudieron llegar a ser hasta 400 porque durante años viajó por diferentes estados y los medios de la época no eran suficientes para contrastar informaciones. Además Fish seleccionaba normalmente niños afroamericanos porque sabía que la policía no pondría el más mínimo interés en una época en lo que las personas de color no tenían aún ningún tipo de derecho civil. Un ejemplo más de lo perversa que puede llegar a ser la mente del ser humano.

6 comentarios:

  1. Qué bien! Este articulo así, recién levantadito y sin desayunar te deja el cuerpo bonico...
    Ayyy, Albert Fish, cuántos recuerdos! No olvidaré jamás el estupendo libro de Jesús Palacios "Psychokillers" que cayó en mis manos gracias a ti, "tripi". Mis 19 años no hubiesen sido los mismos sin él.
    Hoy en dia, con una niña de casi tres años correteando por el salón de casa, las peripecias de estos infra-seres no me llaman la atención del mismo modo que en mi adolescencia, digamos que tengo la vena psycho desinflamada, pero he disfrutando con tu buena prosa y con algunos datos que había olvidado.

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  2. Ya me encargaré de dejarle mi colección de libros de serial killers a tus encantadores retoños .... No te preocupes, que yo crearé unos monstruos que asesinaran ancianas y odiaran el "Chinese Democracy"!!!!!!

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  3. Muy agradable. Sí señor. Todos los que somos padres hemos disfrutado enormemente su artículo. Espero recuperar, en los próximos meses, el tono de mi piel y el estado normal de mi pelo.

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  4. Albert, Albert...Otro caso más de injusticia social, en el que por ser diferente te tachan de enfermo. Vale que se le fuera la mano en más de una ocasión, pero es justo reconocer que no fue más que otra víctima de un sistema judicial caduco y obsoleto. O acaso hoy en día, cualquier abogaducho de tres al cuarto,¿no habría defendido su inocencia alegando cualquier majadería?

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  5. Su abgogado fue Frederic Wertham, quien se ganó la confianza de Albert Fish y luego publicó un montón de libros sobre este psycho y desviaciones sexuales varias y variadas forrandose lo inimaginable gracias a detalles sordidos y morbosos... Cuando dejó de expotar el legado de Mr. Fish comenzó su particular cruzada contra los comics. Esto sucedió a partir de 1.948 cuando declaró que "la lectura de cómics ha sido un factor d einfluencia distinguible en el caso de todo niño delincuente o perturbado que hayamos estudiado" obtenmiendo una buena respuesta de la parte más reaccionaria de la sociedad estadounidense que le invitó a que diese multitud de conferencias y compró sus libros sin pensarlo dos veces.

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  6. Joder que sorprresa ver a Albert por aqui.... yo, por el que tengo una curiosidad bastante insana es sobre Ted Bundy, Sex is violent, sex is violent, como diria Perry Farrell

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