“Busco voluntarios para un viaje peligroso. Se
ofrece: sueldo exiguo, frío intenso y se garantizan largas horas en absoluta
oscuridad. Un regreso incierto. Honores y reconocimiento en caso de finalizar el viaje con
éxito.”
Con
este anuncio el 13 de Enero de 1914, el irlandés Sir Ernest Henry Shackleton quería reclutar voluntarios para
emprender una expedición con un único objetivo: Cruzar de costa a costa La Antártida.
Shackleton nació
el 15 de febrero de 1874 en Kokee (Irlanda, cerca de
Dublín), en una numerosa familia de origen anglo-irlandés. A pesar de no ser
mal estudiante y de ser un lector voraz, se aburría tremendamente en el
colegio. En aquella época ya comenzó a dar muestras de un carácter fuerte y
seguro de sí mismo hasta el extremo, enrolándose a la edad de 16 años en la Marina Mercante inglesa para
disgusto de su padre, un humilde médico. En ella demostró habilidad para el
mando y para tratar con todo tipo de marinería, lo cual le permitió escalar
posiciones en el escalafón, hasta llegar a Tercer Oficial en 1900.
En esos momentos, el interés de los exploradores ingleses
y de algunos otros países europeos se centraba en el Antártico y más
concretamente en alcanzar el Polo Sur.
Se montaban expediciones con ese objetivo, en dos de las cuales participó
Ernest, en 1902 y 1907, quedándose en esta última a tan sólo 180 kms. del
objetivo, lo más cerca que había estado el hombre hasta aquel momento del Polo
Sur. Ernest, antes de regresar, escribió una carta a su mujer donde, entre
otras cosas, le decía que: “Más vale
ser un burro vivo que un león muerto”.
En
1911 el noruego Ronald Amundsen
alcanzó finalmente el Polo Sur, lo que debería haber supuesto el final a las
expediciones antárticas, pero ocurrió todo lo contrario, no hizo más que avivar
todavía más el interés por las mismas, lo que permitió a Sir Ernest Shackleton financiar y armar una nueva expedición, la Endurance.
Como
Admudsen ya había alcanzado el Polo,
a Shackleton se le ocurrió una idea
brillante e innovadora: 2 barcos dejarán a sendos grupos de expedicionarios en
ambas costas de la Antártida, uno en la que encara Sudamérica, grupo que
cruzaría el continente (1.800 millas de viaje), y el otro en la que esperara en
Nueva Zelanda para el regreso, con el objetivo de hacer cruzar la Union Jack
(la bandera británica) por la Antártida. ¿Sencillo, no?
El interés por la expedición fue tan alto que 5.000
personas contestaron al anuncio que Shackleton publicó en The Times buscando
tripulantes… ¡tengamos en
cuenta que tan sólo necesitaba 55!! Las crónicas cuentan que durante las
entrevistas hizo gala de unos métodos de selección muy excéntricos, destinados
a garantizar que la tripulación estaba perfectamente cohesionada, y que todo el
mundo sabría hacer de todo un poco… ¡hasta de los médicos se esperaba que
supieran fregar la cubierta o cantar para animar al grupo!!
El
barco de Shackleton, el Endurance, partió de Inglaterra el 8 de Agosto de 1914. Tras pasar por Buenos
Aires llegaron a su última escala antes de zarpar hacia la Antártida , la isla de
South Georgia, que con su estación ballenera sería el último refugio donde
podrían aprovisionarse y acondicionar la nave. Partieron el 5 de Diciembre de
1914.
Los problemas empezaron en Enero de 1915, cuando el
Endurance (que significa “capacidad de resistencia”) quedó atrapado en el
hielo invernal a casi 2.000 km de su objetivo. A la vista de que el barco no podría avanzar, Shackleton ordenó hibernar sobre el
hielo, a la espera de que la Primavera y el deshielo permitieran continuar
avanzando…
Los
hombres liberaban sus frustraciones jugando al fútbol sobre las grandes placas
heladas. Todo el mundo se divertía hasta que el capitán de la nave, Frank Worsley, se hundió cuando una
zona de falso hielo se abrió bajo sus pies, teniendo que ser rescatado. Otro
problema que se les presentaba eran las Orcas; cuando detectaban una foca sobre
el hielo, buceaban a grandes profundidades y subiendo velozmente rompían la placa,
asomaban la cabeza y capturaban la foca, llevándola presa entre las fauces. La
expedición halló un agujero que medía 25 pies de diámetro que había sido
realizado por una Orca.
Frank Hurley,
el fotógrafo, vivió los momentos más terroríficos de su vida cuando se
encontraba con un equipo de perros sobre una placa no demasiado consistente.
Seguramente las Orcas divisaron las manchas oscuras de sus cuerpos sobre la
blanca superficie; Hurley se
estremeció al ver como las ballenas soplaban tras él, mientras iban rompiendo
las delgadas capas de hielo como si fueran pañuelos de papel. Aunque corría
aterrorizado hacia una zona segura las Orcas vacilaron, seguramente por la
extraña imagen que veían sus ojos. Más tarde escribiría "Nunca en mi vida
me parecieron unas criaturas más aborrecibles."
Pasados
los meses la situación se agravó y, en lugar de quedar el casco liberado, quedó
aún más atrapado entre casquetes móviles de hielo. La espera empezó a hacerse
dura: Imaginaos a 28 hombres acampados sobre el hielo a la espera de que el
barco volviera a quedar libre, sufriendo temperaturas superiores a los -60º
bajo cero. Así llegamos al 23 de Octubre de 1915, en que sucede lo impensable: A
las 18:45 el Endurance gimió por la
presión continua del hielo en el casco, su costado de estribor empezó a doblar
peligrosamente, el entablado crujió y las cuadernas de popa partieron;
inmediatamente se formó una vía de agua. Shackleton
da orden de abandonar definitivamente el barco, se retiran los botes salvavidas
y los 28 hombres se preparan para la supervivencia.
El 21 de noviembre de 1915, el Endurance
levantó su popa y se hundió bajo el hielo, yendo a descansar al fondo del Mar
de Weddell.
Durante los 3 meses posteriores, la expedición se
quedó sobre un bloque de hielo atrapados en un campamento al que llaman “patience
camp”. El 9 de abril de 1916 el hielo que les sostenía se desintegró hasta
tal punto, que se vieron forzados a echar los botes al agua y embarcar en ellos,
aprovechando la oportunidad para partir por orden de Shackleton.
Zarpan
en los tres botes salvavidas y tras un viaje de 7 días llegan a la inhóspita
isla Elephant, batida por incesantes
lluvias y vientos, fuera de toda ruta marítima y con escasas fuentes de
alimento.
Shackleton toma conciencia de que debe formarse
un reducido grupo de hombres que a bordo de una de las barcas emprendan una de las mayores locuras de la
historia: Navegar 1.300 km a mar abierto en un bote de 7 metros , en medio
de olas gigantes (superiores a 15 metros) y vientos huracanados, hasta la isla
de South Georgia. El lunes 24 de abril de 1916, Shackleton con 4 hombres más lanzaron el James Caird al agua cargado con provisiones, vestimentas y lastre. En
su libro “South” Shackleton
escribiría una vívida narración de lo que fue esta travesía:
“A
medianoche estaba en el puente de la barca cuando de repente vi un atisbo de
cielo azul hacia el Suroeste. Advertí a los hombres que el cielo se estaba
abriendo, y un momento después me di cuenta que lo que había visto no era un
claro en el cielo sino la cresta de una enorme ola. Durante mis 26 años de
experiencia en el Océano jamás vi una ola tan gigante… grité “For God's sake,
hold on! It's got us!" (Algo así como Por Dios! Agarraos! Se nos traga!!).
Después vino un momento de suspense que pareció durar horas. Blanca surgió la
espuma del mar que se rompía a nuestro alrededor. Sentimos el bote sacudido
como un corcho bajo una ola rompiente. Estábamos en el caos del agua torturada;
pero de alguna forma el bote consiguió sobrevivir, manteniéndose a flote casi
lleno de agua. Achicamos agua con la energía de quien lucha por su vida,
arrojando el líquido por la borda con el primer recipiente que pudimos
encontrar. Tras diez minutos de trabajo desesperado, sentimos que el bote recuperaba
su vida.”
Tras 14 días de vientos de más de 70 km/h y olas de 15 metros de altura, el 10 de Mayo consiguen desembarcar
en la isla de South Georgia, no
antes de superar peligrosos arrecifes a ambos lados y glaciares que finalizaban
en el mar. Desgraciadamente, desembarcaron en la costa opuesta de donde se
encontraba la estación ballenera Stromness
desde la que partieron un año y medio antes. Para que os hagáis una idea de
cómo era aquella isla, tan sólo os diré que nadie se había atrevido a adentrarse
en la misma más de 1 km .
Pues bien, Shackleton, sabiendo que
la salvación de los hombres que había dejado en la isla Elephant era una lucha contra cronómetro, se lanzó, junto con otros
2 hombres, como un poseso a atravesar la isla, caminando, trepando, cruzando
glaciares, precipicios, cayendo y arrastrándose durante 36 horas, sin dormir
para no morir congelados. Esta hazaña, cruzar la isla, no sería repetida hasta
1955.
Finalmente consiguió llegar hasta la estación
ballenera. Sin embargo,
sus intentos de regresar a la isla Elephant
a rescatar a sus hombres no fueron tan sencillos. Tras dos intentos frustrados,
tuvo que recurrir al Gobierno chileno que finalmente autorizó el envío de una
nave mercante. En Agosto de 1916 consiguió llegar a la costa de la isla Elephant donde, contra todo pronóstico,
pudo finalmente rescatar a los 22 miembros de su tripulación, que habían
sobrevivido 105 días en la isla con escasos alimentos.
Ni un solo hombre murió.
Reconocido
como un héroe, Shackleton encontró
un difícil acomodo en la Inglaterra de la 1era Guerra Mundial. Aunque intentó
incorporarse a filas, su delicado estado de salud derivado de sus aventuras en
el Polo Sur, le impidieron cumplir su deseo de ir al frente. Aburrido e inadaptado en tierra, fue
incapaz de rechazar una nueva oportunidad de enrolarse en una nueva misión: Navegar
bordeando toda la Antártida en la
Expedición Shackleton- Rowett. Zarparon en 1921. Sin embargo, el
corazón de Shackleton había sufrido
muchas vicisitudes. En Río de Janeiro tuvo su primer infarto, preludio del que
acabaría con su vida en South Georgia
el 4 de Enero de 1922, a los 47 años de edad. Por deseo de su viuda, fue
enterrado en Grytviken, el principal
asentamiento británico en la isla en la que tantos padecimientos había pasado,
pero que a la vez le traía tan gratos recuerdos.
La vida de Ernest Shackleton es una vida de
leyenda, de uno de esos
marinos a la antigua, que en tierra se marean y sólo en el mar están cómodos.
Lo
que me atrae de estas historias es el coraje y la audacia de tipos duros y
decididos que afrontan las aventuras tomando decisiones arriesgadas y valientes,
en el caso de Shackleton, siendo capaz de formar y cohesionar un equipo
capaz de aguantar y resistir hasta la extenuación, y que llegado el momento,
arriesgó su vida para salvarlos a todos.
Porque...
qué es la vida si no un viaje lleno de pruebas y peligros que debemos superar?
Aprendamos
de Ernest Shackleton, un hombre admirable. Descanse en Paz.
Leer el relato te hace revivir las agonías que debieron sufrir estos hombres. Es algo único la condición humana;esa búsqueda voluntaria del máximo peligro y de aventuras donde jugarse la vida con pocas cartas para sobrevivir.
ResponderEliminarUna gran historia, Pastor, que además contradice la vieja frase de que la tradición naval no es más que "Ron, sodomía y látigo".
Joder que sorpresa!! Ernest Shackleton!! menudo tipo, la verdad es que admiro mucho a este tipo de aventureros, menuda vida la de este explorador, lo que siempre me alucino de ese viaje, fue la capacidad de Shackelton para manetener unidos a sus hombres, menudo pedazo de lider... Yo la verdad es que las aventuritas con la naturaleza no son lo mio, lo mas cerca que suelo estar de la montañas es cuando veo una pelicula de Ford! pero reconozco que el libro es la ostia y sus fotografias espectaculares.
ResponderEliminarDesde luego es increíble que no acabaran matándose unos a otros...
ResponderEliminarY luego la capacidad de seguir luchando por su vida. Increíble.
Algunas de estas historias acaban mal porque en un momento determinado, el líder deja de luchar, ve la oportunidad demasiado imposible y decide no hacer nada.
En este caso, por muy dificil e improbable que era la alternativa de supervivencia, Ernest la luchaba hasta conseguirla.
Envidiable!!!
Las verdad es que yo no admiro a estos tipos en absoluto!!!!
ResponderEliminarPara mi una gran aventura es tumbarme en el sofa, abrirme una cerveza y escuchar a John Coltrane!!! Hablar del puto frio ahora que llega el verano me parece innecesario:)))))) De hecho este domingo tengo una gran aventura llena de riesgos: ir a Denia a leer el nuevo libro de Eduardo Mendoza tumbado en la playa y luego comerme una paella.
Cuidado en la carretera, y ponte cremita en la piel que luego el sol es muy traicionero...
ResponderEliminarNo sé por qué me vino a la cabeza el Señor Shackleton, pero desde luego es tiempo de playa y rock and roll!!!
It's Van Halen time!!!
La aventura de Sir Ernest Shackelton y sus hombres es escalofriante, apasionante, acojonante...inhumana. Cuando pienso en las temperaturas extremas que tuvieron que soportar, alucino. Porque claro, hay que ponerse en situacion! Las ropas que llevaban estos caballeros eran las propias de la epoca, prendas totalmente empapadas pegadas a la piel, que durante la noche no habia manera que se secaran, y la unica posisbilidad de entrar en calor era dormir todos apiñados bajo una barca puesta del reves, para protegerse de los vientos gelidos que atravesaban sus huesos.
ResponderEliminarEn cuanto a lo de las decisiones que debio tomar Shackelton, una de las mas dificiles de encajar para la tripulacion, fue la de sacrificar a los perros para posterirmente comerselos.
En fin, me extenderia largo y tendido...
Bravo Sepherdnight!!!
Por favor doctor, no te cortes!!!!
ResponderEliminarEsta historia es lo suficientemente emocionante como para compartir todos los datos disponibles!!!!
Estamos a la espera!!
Me gustó mucho el artículo.
ResponderEliminarPero me gusta aun más si cabe el título...por que parece que os hayais quedado ATRAPADOS EN EL HIELO...es que nadie va a públicar un puto artículo nuevo...
coño que la gente se engancha y le mola el blog!!...necesitamos mambo!!!