domingo, 4 de marzo de 2012

¿Elemental, mi querido Watson? (II).

La Cuesta de Moyano, Madrid.
                                                                           

   El cuándo, dónde y cómo descubrí la verdadera historia de Sherlock Holmes nos obliga a retroceder unos años, (cuándo), llenar de gasolina el depósito de nuestro auto, tomar la carretera nacional número tres y dirigirnos hacia la capital de España, (dónde). Despertarnos una soleada y fría mañana otoñal, tras haber pernoctado en una pensión de la céntrica e histórica calle Carretas, (el nombre se lo debe a que en el año 1.520, los líderes comuneros que se habían alzado en armas contra el ejército imperial colocaron a modo de parapeto un montón de ellas para mejor defensa del centro de la ciudad), desayunar  porras con chocolate en uno de los locales con más solera de todo Madrid, colindante con el Parque del Retiro, y, tras haber caminado por el Rastro madrileño y haber curioseado en casi todas sus paradas, llegar a nuestro destino: La Cuesta de Moyano.

La mítica Cuesta de Moyano, calle que comunica el Paseo del Prado con el Retiro, y en la cual están instaladas múltiples casetas de venta de libros, muchas de ellas de viejo, (lo que va a continuación es el cómo).

   En esas estaba yo cuando me detuve en una caseta sobre cuyo mostrador encontré un ejemplar de "Las aventuras de Sherlock Holmes", lo cogí y lo hojeé, a pesar de que sabía de antemano que no la iba a adquirir ya que poseía varias ediciones de ese conjunto de relatos, levanté la vista, devolví el libro a su lugar y me fijé por vez primera en el propietario de la pequeña librería ambulante; era un hombre ya mayor, pasaba sobradamente los sesenta años, pelo largo pero cuidado, totalmente canoso, barba rebelde y espesa del mismo color, una barriga prominente y una peculiar mirada pícara.
Me dirigí a él preguntándole: -¿Qué otras obras de Conan Doyle tiene usted?.
El como reaccionó me dejó helado: Comenzó a reírse amplificando la picardía de su mirada y enseñando unos negruzcos dientes, supuse que debido a los efectos del café y del tabaco, y entre lo que casi eran carcajadas me dijo:
-¿Cómo voy a tener un libro de alguien que no escribió una sola letra en su vida?
-¿Qué? ¿Perdón? ¿Cómo dice usted? Le respondí balbuceando.
Cambió el gesto repentinamente y casi vi fuego en sus ojos.
-Pues eso, que nadie llamado Conan Doyle existió nunca y menos escribió nada parecido a un libro.
-Pero entonces, ¿quién escribió los libros de Sherlock Holmes? Dije yo descubriendo mi interés conayndolesco.
Aún tiemblo recordando lo que ocurrió después:
El hombre frunció el ceño y me preguntó:- ¿ Estás sólo? ¿Eres discreto?
Respondí que sí instintivamente a las dos preguntas y me soltó casi de inmediato:
-Vuelve a las ocho, es cuando cierro y me podrás acompañar a un sitio que estoy seguro de que te va a gustar.
A las siete y media de la tarde de aquel domingo de octubre, ya me encontraba yo rondando el puesto de aquel misterioso hombre que acababa de conocer. Con puntualidad inglesa, a las ocho ya tenía completamente cerrado su puesto, se despidió de la mujer que atendía la caseta colindante a la suya y, cargado con un gran bolso marrón de estilo clásico al hombro, comenzó a caminar con cierta rapidez.
Cuando yo pensaba que se había olvidado de mí y de su propuesta, sin volver la cabeza levantó el brazo derecho y me espetó:-¿Qué? ¿Vienes?.
Los siguientes minutos fueron un deambular por estrechas y antiguas calles. Comercios de arte; pintura y escultura sobretodo, compartían acera con cafés modernos y sofisticados, y estos, a su vez, lo hacían con preciosas tiendas de antiguedades, que no pude apreciar como me hubiera gustado debido al alto ritmo que imponía mi compañero de paseo. En un momento dado se paró en seco, giré mi cabeza hacia la derecha y lo ví abriendo una estrecha puerta de madera con una típica llave hueca, al alzar la vista justo antes de traspasar el umbral solo pude dar una rápida mirada a lo que parecía un centenario y modesto edificio.
Subimos unas escaleras y para mi sorpresa, mi orondo guía ya estaba abriendo otra pequeña  puerta que se encontraba escondida antes de llegar al primer rellano de lo que antes se conocía por entresuelo, lo que hubiera parecido una cueva, al entrar en el  piso se convirtió en una amplia estancia con techos increíblemente altos. Siguiendo mi curiosidad empecé a mirar rápida y constantemente a uno y otro lado, a lo que respondió quien ya era mi anfitrión, no sin cierta vehemencia, diciéndome:-Venga, no te entretengas, sígueme, que vas a ver algo que no olvidaras jamás.
Se detuvo al llegar a una gran mesa de madera, la que supuse era de caoba por el tono rojizo que poseía, retiró un montón de folios y periódicos que estaban sobre ella, descolgó un cuadro que representaba una batalla napoleónica, probablemente Waterloo, y, como supuse, apareció una caja fuerte incrustada en la pared, tenía el típico sistema de apertura mecánico de llave más secreto de cuatro discos, y tras realizar las maniobras oportunas con la suficiene rapidez como para que yo no pudiese memorizar nada, abrió la puerta y estrajo un libro de notable grosor. Sopló sobre su cubierta y una gran cantidad de polvo salió volando para perderse en el denso aire que dominaba todo el piso, a continuación posó el libro sobre la mesa y, sólo entonces, con un ritmo cardíaco preocupantemente rápido y una respiración entrecortada debido a la expectación que toda aquella situación me provocaba,  pude leer su título: "Sherlock Holmes, mi autobiografía." Cuyo subtítulo rezaba:"Como hice desaparecer  mi propia vida para sobrevivir a la misma".
Al terminar de leerlo miré inmediatamente a su supuesto propietario. -Sí, me dijo, como decía nuestro amigo inglés,"una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad".
-Aquí tienes la verdadera historia del mejor detective de todos los tiempos...Aún no había terminado la frase cuando noté que las piernas me temblaban, la cabeza se me vaciaba, perdía la sensibilidad en mis manos y caía desmayado. No pude contener tantas emociones en tan poco tiempo, además de que hacía ya largo rato que no ingería  comida ni bebida alguna.
Al despertar me encontré de nuevo sólo, acostado en la habitación de mi pensión, inmediatamente me levanté como un resorte de la cama, y para mi alegría, tras revolver armarios, mesitas, y mirar debajo de la cama, encontré al final, escondido en mi maleta, el libro que había visto justo antes de desfallecer.
Hoy día, ya pasados unos años, me dispongo, queridos lectores, a compartir con vosotros el contenido de ese mágico libro, ahora bien, deberéis ser pacientes, virtud de todo buen investigador y esperar a un futuro artículo.

3 comentarios:

  1. Oye... yo tengo un caso para Sherlock,habla con el y dime que me piensa cobrar la hora...

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  2. Tengo un apartado de correos del norte de Londres que estoy casi seguro pertenece a un descendiente de Holmes, le escribiré. Respecto a sus emolumentos, no te preocupes, si conserva las tradiciones de su bisabuelo sólo cobraba, eso sí grandes cantidades, a la gente realmente rica.

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  3. Los mejores guionistas del cine se han pasado a las series de televisión y ahora es mucho más entretenido visualizar a los Soprano, Madmen, Boardwalk Empire,... que pagar por una entrada de cine de 2 horas.
    Este blog ahora se suma a esa moda e incorpora una serie de relatos sobre uno de los iconos de nuestra era y con el que algunos de nosotros hemos crecido.
    Esperaremos los siguientes capítulos a ver por dónde se desarrolla la trama y a ver si nos podemos enamorar de algún personaje de armas tomar...

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